Comenzar por los Principios: los orígenes de la economía circular

Hannover fue elegida en el 2000 sede de la Exposición Mundial, con el tema “Humanidad, Naturaleza y Tecnología”. A tal fin, la organización solicitó a los padres del concepto “de la Cuna a la Cuna”, McDonough y Braungart, que formularan los principios para diseñar y construir los pabellones y espacios de dicha feria. El discernimiento que se inició en 1992 y del que ahora se cumplen 30 años, fue lento, si consideramos los ritmos de entrega y fabricación a los que nos vemos sometidos en nuestro siglo XXI. Pero aquellos años de trabajo colaborativo alumbraron unas bases que preconizaron que al diseñar, construir y producir, los procesos debían mantenerse dentro de los límites de la naturaleza, usando materiales inocuos sin generar residuos o elementos tóxicos.

Es este necesitar “mantenerse”, “ajustarse” a los límites del planeta, lo que algunos modelos como la Economía Circular (Club de Roma y Fundación Ellen McArthur) o la más reciente Economía del Donut (Kate Raworth) están tratando de poner en el centro de su apuesta de transformación para nuestro mundo hoy. Pero esta jugada está lejos aún de ser aceptada y entendida por muchos.

Debemos reconocer con pesar, que los principios, políticas, propósitos o cartas de derechos fundamentales, si bien adornan despachos de gerentes y entradas de edificios corporativos, no siempre han servido de motor a la especie humana. Con facilidad (véase el ejemplo de la Declaración Universal de Derechos Humanos), hemos encontrado en la historia razones para evadir o justificar su incumplimiento: crisis de confianza de los inversores, subidas del precio de materias primas, riesgo de quedarse fuera del mercado, deslocalización y despidos…

Pero eso no es óbice para que no volvamos a traerlos a la palestra y los debatamos con honestidad en nuestras decisiones como organización. En síntesis, los 9 principios de Hannover podrían resumirse en:

Una breve historia de la economía circular

  • Insistir en el derecho de la humanidad y la naturaleza para coexistir de forma saludable, solidaria, diversa y sostenible.
  • Reconocer que los elementos del diseño humano interactúan y dependen de la naturaleza, con amplias implicaciones en todas las escalas.
  • Considerar las conexiones existentes y cambiantes entre la conciencia espiritual y material en todos los aspectos de los asentamientos donde los humanos habitamos.

Cualquier equipo humano (directivos, diseñadores, autónomos, cooperativas, asociaciones) puede enriquecer y reformular su propuesta de valor partiendo de una reflexión serena a partir de estos principios. Y sólo entonces, empezar a hablar de economía circular, de transformación o de continentes más resilientes alejándose de los maquillajes de moda que acaban en todo tipo de “washing”.  Y hacerlo de la mano de personas con voluntad y arrojo para navegar la incertidumbre que supone el diálogo entre nuestras creaciones y su impacto en otras personas y en el entorno.

Siempre habrá quien busque la salida fácil. Pero el futuro de la humanidad está en manos de aquellas personas que buscan sin complejos formas más complejas y sanas de relación.

PD. Si te has quedado con ganas de más, aquí te dejamos dos platos fuertes:

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